Ella estaba sentada debajo de un árbol, buscando la
sombra que propiciaban sus hojas, tratando de encontrar en el tronco la fortaleza
para lo que se avecinaba.
Se quitó los zapatos y con los dedos empezó a juguetear
con el pasto húmedo, enterraba y sacaba los dedos de la tierra, poco le
importaba que sus uñas se pusieran negras. Se recostó y miró al cielo, en las
nubes encontraba figuras, no, de hecho no había forma alguna pero desesperadamente
inventaba personajes, animales u objetos. Su imaginación era ágil y pronto
desarrolló historias sin final.
Sus pies seguían moviéndose, tomó de su bolso una botella
de agua, bebió dos o tres sorbos y volvió a guardarla, se secó los labios y
pensó en él… zarandeó la cabeza y su atención volvió a las nubes.
Se quedó unos minutos suspirando y de repente se sentó,
volvió a hurgar su bolso pero esta vez sacó una libreta y un esfero. Decidida a
confesarse inició su escrito.
Es común que
escribamos sobre amores y pasiones pero se alarman cuando ven la palabra sexo y
más si es una mujer la que la emplea, lo más extraño es que las que más se
sorprenden y se sonrojan son las mismas mujeres, es como si ellas no pensaran en
eso, científicamente no tanto como los hombres pero sí lo hacemos, y con
constancia.
Me gusta hablar de
eso, no veo por qué no hacerlo, ¿es acaso irreverente?, hay humedades, por
agua, licor, besos, caricias… Hay humedades donde el amor está de luto y la
perversión se posiciona, donde las piernas se unen y terminan en gemidos. Hay
sequías en abrazos, en palabras y miradas ¿por qué no humedecerlas con algo de
sexo casual?
No soy una monja ni
tengo pretensiones de serlo, no soy puta ni soy virgen, simplemente acepto que
me gusta el sexo y hablar de ello…
Escuchó un ruido, subió la cabeza e inevitablemente soltó
una carcajada llena de timidez y algo de remordimiento por lo que había
escrito. No quiso seguir haciéndolo, se sintió realmente avergonzada, arrancó
la hoja de la libreta, la rompió, la metió en el bolso y huyó de allí como
quien comete un crimen y abandona rápidamente el lugar de los hechos.