Colombia
ha sido un país golpeado por la violencia durante casi un centenar de años,
viéndose obligada a sufrir las consecuencias del desplazamiento, desempleo,
falta de oportunidades, problemas de seguridad, entre otros inconvenientes que
cualquier país con una desigualdad social tan alta sufriría.
Sin
embargo, desde el año pasado se vienen realizando los diálogos de paz, con
aquellos actores del conflicto, pero cabe destacar que no son los principales,
faltan muchos más, pero es un comienzo. Ahora, el país se prepara para la firma
de unos acuerdos, esos que se realizaron gracias a la intervención de más de veinte
comunidades, la Organización de Naciones Unidas y la Universidad Nacional.
El
día de hoy se hizo el primero de muchos foros que hablarán de la preparación
para la paz, de ese plan post conflicto, ese a los que muchos colombianos le
tienen fe, pero también el que otros miles de compatriotas ponen en duda su
finalidad, siendo ésta una de las principales problemáticas que se viven en
Colombia, la incredulidad.
Tenemos
que abrir los ojos y demostrar que es en el seno de las comunidades donde se
empieza a construir la paz, a sabiendas que ella tiene muchas caras y todas
dependen del sector a donde se le apunte.
En
el foro de hoy se encontraron cinco personas gestoras y conocedoras del tema:
Angela María Robledo, Copresidenta de la comisión de paz y representante a
cámara, Iván Cepeda Castro defensor de derechos humanos, filósofo de formación,
hoy representante a la Cámara y uno de los involucrados en las mesas de diálogo
que se realizaron en La Habana, Alejo Vargas, profesor de la Universidad
Nacional especializado en el conflicto interno colombiano, Alessandro Petri, un
francés que ha seguido el movimiento de los diálogos de paz en Latinoamérica y
el Monseñor Héctor Fabio Henao director de la Pastoral Social.
Todos
concordaron con que la paz en Colombia sí es posible, respondiendo a las
víctimas del conflicto, generando memoria histórica y sobre todo con la
búsqueda de la verdad, porque nos acostumbramos a la mentira, ésta se posó y
caló tanto en nuestra cultura que las verdades que son poco convenientes se transforman
y se tergiversan en mentiras, esas que quiere escuchar el pueblo, esas que son
tan utópicas y prefieren seguir sesgando la realidad.
Finalmente,
debemos hacer un reconocimiento de la dignidad, dejar de ver a las personas
como cifras, entender, comprender y sensibilizarse. Aceptar que el país tiene un problema y no sólo depende del Estado la
solución, todos los actores públicos y privados deben aportar para que las
bases de la paz se solidifiquen y se conviertan en un hecho.
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