En
un camino largo, empinado, lleno de piedras, poco transitado y la verdad algo
olvidado apareció un viejo solitario que meditaba sobre una roca, el hombre era
moreno y delgado, con uñas largas y sucias, de joroba marcada como los huesos
de su clavícula y una barba frondosa que acompañaba la mirada de unos ojos que
tal vez vieron algo que no debían ver. De repente, encendió con un fósforo el
tabaco que tenía desde hacía rato en sus manos y mientras le daba pequeñas
aspiraciones a ese sabor agrio escupía a un lado.
Desenfocando
un poco al particular personaje, detrás de él estaba empezando a asomarse el
sol, debían ser las cinco y media de la mañana, una de las mejores horas para
observar la majestuosidad del cielo, sin embargo el hombre ni se inmutó en elevar
la cabeza, por el contrario, frunció el ceño e inició a susurrar palabras o
frases que no se entendían con claridad. Subió el tono de su voz, reflexionaba,
se preguntaba y se respondía a sí mismo; al parecer le extasiaban esas
conversaciones con su propio yo que lo forzaban a ver las situaciones desde otra perspectiva.
- Quizá sólo son pocos los que aprenden a
valorar las cosas que nadie ofrece ostentándose por hacerlo, esas sonrisas que
muchos ignoran y el señalamiento por las lágrimas que muchos ven cuando no era necesario.
En
sus harapos guardaba con recelo unos papeles, parecían tesoros invaluables…
eran hojas de cuaderno ferrocarril, notas viejas, algunas arrugadas y otras
manchadas por la lluvia... o por las lágrimas. Con su tabaco en la mano izquierda
tomó con sigilo una de las posibles cartas, leyó el título y la fecha en voz
baja luego aclaró con un gesto brusco su garganta y comenzó:
Quizá
te extrañe estas cuantas letras que escribo un día como hoy, quizá aún más que
me haya tomado el tiempo de elegirte a ti como receptor, es hora de cambiar los
papeles, de jugar a ser el títere que manda al titiritero. Soñaste algún día
con recibir una nota de parte mía y aquí me tienes desnudándome ante ti, suplicante
de enredar tus ojos en mis letras, rogabas cuando llamabas que te recitara un
par de poemas, yo con gusto lo hacía pero tu vacío seguía, sabiendo que eso que
con el corazón escribía no lo protagonizabas tú…
El
hombre se detuvo ipso facto, sus ojos se desorbitaron durante unos segundos y
el sudor inició un excitante viaje por las montañosas arrugas de su rostro,
tomó la nota e hizo una pequeña bola de papel, la guardó en un morral que tenía
bajo sus pies, sorprendentemente al abrirlo salieron alrededor de 10 bolitas
más… él las recogió rápidamente procurando que nadie hubiera visto tal
incidente. Tomó otra hoja e hizo el
mismo procedimiento de la anterior, voz baja y alta…
Buenas
noches compañero, hoy por fin tuve el valor de escribirle unos cuantos
párrafos, extasiado decidí tomar la pluma y el papel para declarar mis más
recónditos pensamientos. He sentido odio y desprecio hacia el mundo, ¿Por qué?
No sé, intenté hallar razones pero no las encontré, simplemente opté por
despedirme de usted, porque fue el único que tuvo los pantalones para forjar
una amistad conmigo, no piense que me voy de viaje o bueno es mejor que lo
piense así. Recapacité y soy un luchador y a la vez un cobarde, me quedó grande
este tramo que llaman vida, prefiero agotarla antes que cargarla…
Pobre viejo, la terminó de leer con la voz entrecortada y ahogada con un nudo inexplicable, no entendía muy bien las razones que le producían dichos textos; esos que ni siquiera eran suyos, que recolectaba junto con la basura que reciclaba, era un coleccionador de notas perdidas, de sentimientos enjaulados en los reglones de una hoja, pero no sólo recopilaba hojas, sino personas desnudas que se atrevieron a escribir lo que les atormentaba o los alegraba, personas que decidieron olvidar a los emisores de dichos párrafos.
a muco gusto leo le gusta el estilo narrativo/descriptivo
ResponderEliminaromnisciente de la escritora ;)