En
una nube carmesí me senté a pensar y a preguntarme con rebeldía por qué el amor
había entrado a mi vida. No hallé una respuesta contundente, aunque debo
aceptar que tampoco me esforcé, simplemente opté por disfrutar aquel
sentimiento tan puro y real que creo estar forjando con un hombre de carne y
hueso sacado de un cuento hermoso que de pequeña habría escrito si no hubiese
sido tan fría.
No
hay vuelta de hoja, me enamoré. Un sentimiento difícil de plasmar con palabras,
es ese tipo de situación que ni siquiera se puede recrear, de hecho creo que el
amor no tiene un significado, crearlo sería limitarlo, encajonarlo a ser como la
mayoría de gente cree que es; luego al ser tan común, nadie le hallaría un
sentido, eso pasa cuando algo se populariza, comienza a pasar desapercibido.
Alegrarse
por el otro sin ningún tipo de egoísmo, crear pequeñas constelaciones por medio
de sonrisas, hablar tonterías y carcajearse como niños hace que todo confluya
para que sea especial, es hora de quitarle los harapos al amor, exponerlo como
un sentimiento desapegado al dolor, besarse sin repudio pero con respeto,
tomarse de la mano, hacerse cosquillas, dormir juntos y pensar no en el futuro
sino en disfrutar plenamente del presente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario