Estuve
tentada a llamarlo, tenía la mente inquieta y juguetona, pero preferí mantener
el recuerdo ileso de sus manos tocando suavemente mis brazos.
Quise
llamarlo, quedarme callada por varios segundos y escuchar su voz anónimamente,
pero fui incapaz; las reminiscencias de aquellas noches perdidas entre copas,
suspiros, gemidos y fluidos quería dejarlas intactas. Tal vez, si procedía a
marcar su número éstas se esfumarían y terminaríamos en una nueva discusión.
Estuve
tentada a llamarlo, pero me pause tocándome, simulando que eran sus manos y su
cuerpo los que me poseían, qué bella e insaciable es la imaginación, él tan
lejano y a la vez tan cercano, lo sentía, lo escuchaba y casi lo palpaba.
Tomé
el teléfono, toqué el teclado con
suavidad, evitando oprimir fuertemente los números, inhalé, retuve el aire y exhalé;
conté hasta 10, estaba estúpidamente nerviosa, un tanto excitada, un tanto
mojada. Me avergoncé un poco, pero luego pensé, ¿de qué? Si eso es normal, si
eso un humano, si es un instinto que debo saciarlo.
Si
no es contigo será conmigo, porque a la final, primero hay que amarse a sí
mismo.
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