Escribir
puede ser más excitante que cualquier aventura en la selva.
Páginas
y páginas por rellenar pero ¿con basura y rodeos? No. Con algo preciado, con
algo que valga la pena… Nada de amor ni dolor, esos ya son temas trillados a
pesar que hay tanto de qué hablar…que tal sobre una situación cotidiana…
Las
calles de este municipio tienden a ser ruidosas, sin embargo, en la noche
cambia.
Los
animales empiezan a tomar posesión del concreto que en el día perteneció a
transeúntes y automóviles… grillos, ratas, perros salen a caminar… ¿Una
aventura? Quizás, pero nadie está seguro de lo que sucede cuando el cielo se
cubre de negro, nadie puede ser completamente asertivo…
Esta
vez se trata de una rata, camina sigilosa por las alcantarillas de dicho lugar,
tres crías en su lomo hacen ver al animal más gordo y alto, del andén pasa a la
calle, de la calle al prado, consigue asustar a una que otra persona que vacila
entre trago y fanfarria.
La
rata hace de las suyas sin darse cuenta, los gritos la espantan pero ella
continúa su rumbo… sus orejas pequeñas, su cola sin pelo y un millón de virus
consiguen aterrar a amas de casa que finalizan sus labores domésticas.
Las
ratas son la amenaza de los más pequeños,
pero para ellas todo les da igual, humano es humano, es uno más, no lo
tienen en cuenta…
La
noche está transcurriendo y ella sigue caminado… finalmente llega a su
madriguera; un hueco en una casa de madera y bareque es su guarida, tres niños
de ropas andrajosas la esperan cada noche, ellos la ven pasar, antes sentían
terror ahora es su diversión… juegan a derrumbar su hogar, ponen tablas en la
entrada del hueco para observar qué hará la rata…
Los
primeros rayos de sol empiezan a entrar a la casa, los agujeros del techo
permiten que la luz muestre el chiquero
en el que viven… los niños se despiertan desalentados, no hay comida, quizá
esta vez cenarán…. rata…
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