El juego de miradas y gestos
se convierte en un mecanismo de sensualidad y pasión. Los vidrios o las
ventanas de un medio de transporte son aptos para enamorarse a diario de un
desconocido...
Mientras ocurre eso, tratas
de transportarte a un mundo completamente distinto, emergiendo de los
pensamientos que suscitas y de aquellas oscuras y fantasiosas ideas que cruzan
inesperadamente cuando ves a aquel hombre misterioso que con una mirada y la
vigilancia constante en el reflejo del vidrio te observa sigilosamente, quizá
nervioso o entretenido.
Hombre inesperado ha hecho
entretenido un viaje rutinario. Una patineta, un libro, unas baquetas y su
rostro transformaron en un lapsus de tiempo la forma de ver el transporte
masivo. Conquistar resulta un reto placentero y más cuando desconoces la parada
en la descenderá el individuo que ese día será el hombre de tus sueños.
Optas por intuir características, virtudes y defectos por la apariencia, el peso de la mirada y
las expresiones que realice cuando las miradas se cruzan, deduces su
personalidad, intentas entrar en su mente (estúpidamente), hasta que finalmente
tu juego se acaba, cuando escuchas: “Próxima parada…”
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