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Frases (39)

lunes, 5 de mayo de 2014

Eros y...

Mientras caminaba cabizbajo veía a sus pies las piedras de ese camino que había recorrido varias veces en el día… sollozando y recordando lo que ella le había dicho se desesperaba buscando la  respuesta a su sentimiento, a su impotencia, a su desprecio… no quería mirar al frente, la cuerda seguía apretando su cintura, el peso a cuestas era mucho pero aun así si se lo pedían sonreía.

Incrédulo miraba su reloj, apenas habían pasado unos pocos minutos luego de saber la verdad, hombre de poca fe en las féminas, sus remiendos habían sido desatados nuevamente por esa fiera esbelta, de mirada confusa y oscuridad en sus entrañas.  Intrigado por lo que ocultaba dicha mujer se dejó seducir por palabras insonoras y espejismos desafiantes, su cuerpo era un oasis, sus labios un lugar paradisíaco y mortal.

Su encuentro con ella era alucinantemente prohibido, sin medir consecuencias se lanzó al abismo de la pasión, de la lujuria, de un juego erótico que dejaba más de un herido. El jadeo, los susurros, el sudor y los gemidos colonizaron la 208, una habitación pequeña conformada por una cama, un televisor, un baño y dos cuerpos que emanaban fogosidad.

Su desenvolvimiento  entre las sábanas hacía que los orgasmos no cesaran, uno, dos, tres… seguían amándose, descubriéndose, tocándose… las manos parecían derretirse ante aquella musa que no lo dejaba descansar, un suspiro, pedía con devoción pero ella ensimismada en su placer no lo oía, y si lo hacía lo ignoraba.

Pasaron horas, sus cuerpos insaciables continuaban mimetizándose en la cama, el baño, el suelo, entre los sueños y los miedos se fueron quedando dormidos, agotados tras esa faena descansaron plácidamente unos minutos; ella se duchó, se vistió y dejando una nota sobre la ropa de aquel amante salió de la habitación, dejó pago las horas que suponía descansaría el hombre y así desapareció.

180 minutos después el hombre lanzó su brazo derecho donde se suponía reposaba la dama, el vacío  en la litera lo asombró, se sentó de par en par y divisó la nota encima de ropa… su corazón se aceleró convencido de que era la cita a un próximo encuentro se abalanzó y la leyó rápidamente; definitivamente no era lo que esperaba…


La despedida de la dama lo dejó atónito, su cuerpo lívido decayó sobre las sábanas que horas antes habían sido testigo del encuentro con Thánatos y Eros… La razón que aquella mujer dio para su huida se resumió en una frase: 
“Lo siento, pero el amor es de infieles. Adiós”  


2 comentarios:

  1. Esta lectura me deja un sabor amargo, de como el amor es apuñalado por esos sentimientos arbitrarios, que poseemos los humanos somos capaces de amar y luego destruir. Diana Patricia

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    1. Tenemos la posibilidad de hacer daño y reparar, pero caóticamente muchos optan por herir salvando su propio ego

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